miércoles, 21 de mayo de 2008

El valor de la inmigración


Se podría escribir una “Espasa” entera sobre la inmigración. La de ida y la de vuelta. No obstante, intentaré centrarme en un punto concreto: su valor. Pero su valor desde el punto de vista económico. Es muy complicado cuantificarlo, de acuerdo, pero hay que tener en cuenta la importancia que en las empresas tienen los departamentos de Recursos Humanos. Es en este punto donde quiero incidir ya que considero que un país debe tratar de funcionar como una gran empresa, de hecho funciona como una gran empresa. Al fin y al cabo se trata de ingresar más de lo que se gasta. Al fin y al cabo un país “se vende” al exterior con el fin de atraer cuanta más inversión extranjera mejor.

Pero resulta que en España, la mayor inversión que recibimos es mano de obra, es capital humano. Llevamos asistiendo durante meses a las alarmantes noticias de aumento del paro, y sobretodo del paro no cualificado. Sin embargo, los índices de parados cualificados, nos arrojan porcentajes muy elevados para un país que se dice desarrollado. Y, curiosamente, encontramos el caso inverso, hay numerosos puestos de trabajo que los empresarios tienen enormes dificultades por cubrir, sobretodo en trabajos no cualificados. Es aquí donde la inmigración que estamos recibiendo de forma masiva juega un papel preponderante. Hoy es muy normal, sobretodo en las grandes ciudades, encontrar camareros peruanos, albañiles rumanos o camioneros portugueses. O sea, desempeñando puestos que no quiere un español, y sin embargo son de vital importancia para el funcionamiento de un país.

Encofrador, yesista, albañil caravistero, pintor de coches, instalador de tubos para la conducción, reparador de líneas de energía eléctrica…la lista de profesiones catalogadas por el INEM como de difícil cobertura, es larga, y será poco el tiempo que tardemos en ver a inmigrantes desempeñándolas.
Queda de manifiesto con ello, que la inmigración aporta un enorme capital humano, y por ende, económico.

Ahora bien, todo esto es necesario que se canalice convenientemente. El “papeles para todos” ha supuesto una llegada de inmigrantes en número tan importante que el efecto ha sido el contrario. El número de inmigrantes parados se sitúa cerca de los 180.000. En Aragón, por ejemplo, 7 de cada 10 nuevos parados en el año 2007, eran inmigrantes. Y así sucesivamente, es fácil encontrar numerosos datos que corroboran un aumento masivo de paro entre los inmigrantes. Pero ellos además, tiene una insalvable dificultad añadida si su intención sigue siendo llegar a ser español: mientras un español en paro, puede seguir viviendo con sus padres si es joven, o puede que tenga el salario de su cónyuge, vivirá más ajustado, pero vivirá. Los inmigrantes en cambio, no tienen a nadie que les pueda echar una mano en momentos tan difíciles. Y eso sin tener en cuenta, que la salida que muchos han encontrado ha sido directamente la delincuencia. Realmente, no sé si les hemos hecho un favor, o una “putada”.

Así que, dejémonos de demagogias y digamos las cosas claramente. No se trata de “aceptar” la entrada inmigrantes porque seamos muy majos y amables. Por ello, rechazo de pleno, el “papeles para todos”. Y tampoco se trata de tachar de xenófobo a quien tiene la “idea estúpida” de querer ordenar, de la mejor forma posible, la inversión en capital humano que hemos tenido la suerte de recibir. Se trata fundamentalmente de que necesitamos que los inmigrantes que buscan un mejor futuro, vengan a vivir a España, porque ello contribuirá al desarrollo de nuestro país a través de dos vías fundamentales: por un lado, porque desempeñarán esos puestos de trabajo que el españolito acomodado no quiere ver ni en pintura. Y se necesita porque sería catastrófico que no hubiese encofradores para construir nuestras casas, o electricistas que reparen las averías cuando no nos llega el fluido eléctrico, hoy imprescindible. Y por otro, porque han contribuido y lo seguirán haciendo a que nuestros índices de natalidad, que habían llegado a ser negativos, hayan repuntado de una manera notable. Pero necesitamos que vengan de una forma ordenada, con contratos de trabajo pactados desde el exterior, con acuerdos interestatales entre nosotros, y los estados que “envían” inmigración, tal como lo hizo mi tío, el maragato que se marchó a trabajar a Buenos Aires en 1947.